Visitamos Bilbao y volvemos a la costa.
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Visitamos Bilbao y volvemos a la costa.
Desayunamos doble ración de tostadas y café con leche y salimos del hotel con el cielo completamente despejado. Hoy llegábamos a Bilbao pero antes habría que salvar el Monte Avril con sus duras subidas. A partir de este punto, la etapa se suaviza y el desnivel es mucho más llevadero. Desde lo alto de la Sierra de Ganguren se aprecian unas magníficas vistas del aeropuerto que dejamos atrás y de la ciudad a la que llegamos bajando por una pista asfaltada.
En Bilbao aprovechamos para hacer algunas compras de material de acampada y de bici que nos hacía falta y nos paseamos por la Ría del Nervión con la parada obligada en el Museo Guggenheim, donde nos demoramos un buen rato viendo y fotografiando sus curiosas esculturas.
El Camino del Norte sigue por la margen derecha de la ría pero la guía nos aconseja cruzar y tomar el carril bici (bidegorri) del lado izquierdo para salir de Bilbao con más tranquilidad. Hay un momento que se termina y no queda más remedio que rodar por una carretera, pero luego vuelve a aparecer y nos ayuda a salir de la ciudad sin estresarnos mucho con los coches. Así llegamos hasta Portugalete y nos acercamos a ver el puente colgante, declarado Patrimonio de la Humanidad, que une las dos orillas con una barca pendular muy curiosa de ver.
Nos alegramos mucho al descubrir unas cintas transportadoras que suben desde el puerto hacia la zona más alta de la ciudad y que nos son de gran ayuda para volver a nuestro camino. Antes de salir de Portugalete, aprovechamos para comprar algo de comer y paramos en los bancos de un pequeño parque. Buscamos el camping más cercano pero no había ninguno antes de Castro Urdiales y ese día no queríamos alargar tanto la ruta pues nos habíamos demorado mucho tanto en el centro de Bilbao como en el puente colgante. Cómo no, todos los alojamientos a donde llamábamos estaban completos, pero tras mucho buscar, dimos con una casa en Pobeña donde nos alquilaron una habitación. En principio preguntábamos por unos apartamentos (www.apartamentosmugarri.com) pero al estar todo completo, nos ofrecieron una habitación en una casa y no nos lo pensamos ni un minuto.
Hasta llegar a Pobeña y una vez que nos alejamos del casco urbano de Portugalete, el camino se vuelve tranquilo y bonito. Llegamos a la Playa de La Arena donde paramos a tomarnos un helado disfrutando de las vistas y del ambiente de la zona. Nuestro destino estaba pasado los arenales de la playa y unas pasarelas de madera que nos dejaban muy cerca de la casa donde nos alojábamos. Allí conocemos a otros peregrinos con los que compartimos experiencias mientras disfrutamos de los últimos rayos de sol en la terraza de la casa, rodeados de magníficas vistas. Ellos también están teniendo problemas para encontrar alojamiento esos días por lo que se plantean desviarse de la ruta o, incluso, volverse a casa dejando el Camino del Norte para otra ocasión.
La noche en Pobeña habría sido perfecta si no hubiese sido por la insistencia de los mosquitos en no dejarme dormir. Afortunadamente, siempre llevo loción repelente de insectos y tras rociarme bien por todo, me quedé completamente dormida hasta la mañana siguiente.