Un viaje por caminos de peregrinación, playa de arenales infinitos, bosques encantados y superación personal.
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Un viaje por caminos de peregrinación, playa de arenales infinitos, bosques encantados y superación personal.
Llevaba unos meses preparando este viaje en el que me proponía recorrer la costa portuguesa de norte a sur, saliendo de Santiago de Compostela y entrando en España por Huelva para finalizar la aventura en Sevilla.
Por fin llegó el jueves 4 de noviembre y con la bicicleta bien embalada en su caja, me presenté en el aeropuerto para embarcar a Santiago de Compostela donde volvía de nuevo después de mi última visita a esta ciudad un par de meses atrás.
Al llegar al aeropuerto de Palma me encontré con unas colas kilométricas en los mostradores de facturación y mientras llegaba mi amiga Helena, compañera de viaje junto con Silvia, con la que nos juntaríamos en Santiago, tuve que esperar a la llamada del cierre de vuelo para poder acceder con las bicicletas hasta el agente de check-in que nos atendió. Como las cajas era muy voluminosas, las llevamos hasta la cinta de equipajes especiales y de allí, a la de equipajes más especiales todavía donde finalmente pudimos enviar las bicis al muelle para su embarque en el avión.
Como viene siendo normal en estos viajes, no descansamos hasta que no vimos a través de la ventanilla del avión, cómo el personal de rampa descargaba las bicis a la llegada al aeropuerto de Santiago.
La terminal de llegadas estaba vacía por lo que, después de comer algo y dejarnos tentar por un delicioso pedazo de tarta de Santiago, nos fuimos hasta uno de los extremos de la sala para poder montar las bicis con tranquilidad mientras esperábamos la llegada del vuelo de Silvia procedente de Barcelona.
Cuando ya teníamos las bicis y las bolsas preparadas, llegó Silvia y en un momento ella también estuvo lista. La tarde había dado paso a la noche y tuvimos que sacar los frontales para poder llegar rodando hasta el Camping As Cancelas (www.campingascancelas.com) a unos 10 km del aeropuerto, donde nos quedábamos a dormir.
Primer susto del viaje: una vez en marcha me doy cuenta de que no me funcionan los cambios. Consigo llegar hasta el camping con la bici bastante atrancada en las subidas y ya sufriendo el desnivel desde el primer minuto del viaje. Sorprendentemente, la luz delantera de mi bici y el frontal también comienzan a fallar lo que me da una idea clara del problema: el scanner del aeropuerto me ha descargado todas las baterías de los equipos tecnológicos que llevaba en la caja de la bici. Afortunadamente todo queda en un susto.
Llegamos al camping con lluvia y frío y tras montar las tiendas, nos vamos a cenar a un centro comercial cercano donde nos ponemos al día y compartimos nervios y expectativas de lo que vamos a vivir durante las próximas semanas.
De vuelta al camping y al no llevar tienda con ella, Helena dormirá conmigo esa noche y en los próximos días nos iremos alternando su compañía con Silvia.