A través de bosques encantados, llegamos a Padrón.
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A través de bosques encantados, llegamos a Padrón.
Nos levantamos con mucho frío, pero no llueve y eso es una gran noticia teniendo en cuenta que estamos en noviembre y en Galicia. Antes de desmontar el campamento, nos vamos a desayunar a la cafetería del camping donde nos tomamos unas tostadas con tomate y unos cafés con leche bien calientes que nos reconfortan el cuerpo.
Tenemos que desmontar las tiendas con los guantes largos puestos y aun así, nos cuesta mover los dedos. Por fin conseguimos tener todo listo y nos vamos a una gasolinera a hinchar bien las ruedas a las que sacamos el aire antes de embarcarlas en el avión.
Antes de comenzar la ruta nos pasamos por el Decathlon para comprar unos cartuchos de gas para los hornillos, pero no encontramos. Tendremos que ir mirando en alguna ferretería por el camino. Mientras espera a que salgan Helena y Silvia de la tienda, conozco a un inglés que peregrinaba con su bici y sus alforjas haciendo su noveno Camino de Santiago. Había salido desde mismo Londres 2 meses atrás.
Nos vamos a la plaza de la Catedral de Santiago donde comenzaremos oficialmente nuestro viaje y nos hacemos una foto las tres juntas con nuestras bicis.
Allí se nos acerca Jesús, un catalán que se interesa por nuestro proyecto y nos cuenta que a él también le gusta mucho viajar en bici, venía rodando desde Astorga. Para él, la plaza era el final de su viaje. Para nosotras, el comienzo.
Por fin nos ponemos en marcha pero, con tantas gestiones, se nos ha echado encima la hora de comer y paramos en un supermercado a comprar comida. Unos kilómetros más tarde encontramos unos bancos con una mesa de madera debajo de un castaño, el sitio ideal para parar a comer. Además, tenemos como vecino un poni al que le encantan los trozos de zanahoria que le damos.
Continuamos camino a través de preciosos bosques. Viajar en otoño tiene desventajas como las pocas horas de luz y el frío pero también tiene otras cosas que son maravillosas como el color de los bosques con los caminos llenos de hojas caídas que parecen una alfombra.
La ruta de nuestros primeros días de viaje coincide con el Camino Portugués lo que nos hace encontrarnos con muchos peregrinos que se dirigen a Santiago, me sorprende la gran cantidad de ellos que vemos. Aunque nosotras lo estamos haciendo en dirección contraria, encontramos igualmente unas flechas de color azul que nos indican el camino.
Además de muchos bosques, también pasamos por zonas de viñedos. En algunas ocasiones incluso rodamos debajo de las parras pues hay muchas pasarelas cubiertas de viñas. A Helena, que está estudiando para sommelier, le gusta especialmente este tramo.
Toda la ruta de hoy nos encanta. Estamos pasando por pequeños pueblos con sus muros y casas hechas de piedra y el suelo adoquinado. Todo es muy bonito, parecen sacados de un cuento de hadas.
Unos kilómetros antes de llegar a nuestro destino, pasamos por un pequeño pueblo donde los trabajadores municipales montaban unas carpas para celebrar durante el fin de semana la feria del pulpo. A Helena no le hubiese importado quedarse allí un par de días para deleitarse con ese gran plato de la gastronomía gallega pero, muy a su pesar, tenemos que continuar camino.
A la entrada de Padrón nos encontramos un espectáculo que nos deja con la boca abierta. En el cementerio de Adina, junto a la Iglesia de Santa María la Mayor de Iria Flavia, todas las tumbas están cubiertas con miles de flores. No podemos por menos que hacer unos vídeos. Caemos en que la fiesta de Todos los Santos se ha celebrado recientemente y puede ser este el motivo de tanta flor. Un lugareño nos comenta que Camilo José Cela está enterrado aquí y que también lo estuvo Rosalía de Castro hasta que las autoridades decidieron trasladar sus restos a Santiago de Compostela.
En Padrón cruzamos el río Sar y buscamos alojamiento en un albergue ya que el camping al que pensábamos ir se encuentra cerrado. Tras evaluar varias posibilidades nos decantamos por la opción más económica, el albergue municipal, algo que pagaría caro ya que no pegué ojo en toda la noche por el olor de alguno de los huéspedes vecinos de litera. Me prometí a mí misma no volver a caer en el mismo error en ninguna otra ocasión. El albergue en sí estaba muy bien, limpio y bien equipado, pero el problema en concreto fue la alergia que le tienen algunos al agua y el jabón.
Tras una ducha rápida nos vamos a buscar un sitio donde tomar un buen caldo gallego que, a pesar de que había hecho un día de poco frío, nos apetecía mucho para calentar el cuerpo. No encontramos donde nos lo sirvan antes de las 7 de la tarde por lo que decidimos no esperar tanto y comprar la cena en el supermercado para tomarla en la cocina del albergue.