Fisterra o el Final de la Tierra.
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Fisterra o el Final de la Tierra.
Como vamos a volver a dormir en el mismo sitio que ayer, hoy no tenemos que cargar con las bolsas del equipaje y menos mal, porque la etapa se las trae en cuanto al desnivel.
Me he levantado cansada y de mal humor. Mi cabeza está algo turbia y esta vez me toca a mí pasar por una crisis tras una mala noche. Tengo el cuerpo que se queja por todas partes y no quiero ni que me hablen. A esto hay que añadirle que mi hermana también anda un poco mal de la barriga por lo que salimos del albergue ya sabiendo que hoy vamos a sufrir más que ningún otro de los anteriores días.
Sin embargo, hoy ha amanecido un día soleado y sin apenas nada de viento, lo que nos va animando según pasan los kilómetros.
Encontramos esta señal a la que alguien se le ha ocurrido añadir unos complementos muy jacobeos.
En un momento dado toca elegir si seguir a la izquierda dirección Finisterre o tomar el camino que lleva a Muxía, hacia la derecha.
Antes de entrar en la pequeña localidad de Raso, nos desviamos por un pequeño camino hacia el bosque y encontramos el precioso río Buxantes das Pozas donde nos paramos un rato a descansar y disfrutar de la belleza del lugar. Solo con el sonido de la corriente del agua golpeando las piedras a su paso, mi mente va reemplazando todos los nubarrones que me acompañan desde anoche, por una sensación de tranquilidad y gratitud. Y es que no hay nada como parar un momento y analizar con perspectiva lo que le está ocurriendo a tu cuerpo y a tu mente para volver a verlo todo con claridad.
Ahora ya vuelvo a la bici con otro ánimo y con la única finalidad de disfrutar de lo poco que nos queda de viaje.
Las nubes han salido de mi cabeza, pero parece que no para irse muy lejos, ya que poco a poco el cielo se está nublando y en poco tiempo dejamos de ver el sol. Así llegamos a Corcubión.
El tráfico cada vez es más denso, se nota que estamos llegando a núcleos urbanos, y la última parte antes de llegar a Finisterre se nos hace realmente pesada. Está todo tan lleno de gente que nos cuesta disfrutar del momento cuando llegamos al Faro de Finisterre. Además, está todo tan nublado que no conseguimos ver nada más allá del mismo edificio. Es algo decepcionante, pero es lo que hay. Tendremos que volver.
Tras hacer cola (sí, he dicho cola) para poder hacernos unas fotos en el mojón del kilómetro 0,000, nos vamos casi huyendo de aquella marabunta de vuelta a Oliveira.
La segunda vez que pasamos por Corcubión, las nubes continúan ancladas donde las habíamos dejado hace un rato.
La ruta de hoy es muy exigente pero una vez dejamos atrás Cee, la carretera se vuelve más tranquila y solitaria y volvemos a disfrutar del Camino. Poco a poco, caminando unos tramos y rodando el resto, llegamos a Oliveiroa.
Estamos cansadas y hambrientas así que nos damos una ducha reparadora y nos vamos a la cafetería a por nuestra recompensa, una cena de aquellas que devuelven la vida hasta a los muertos.
Mañana es nuestro último día de viaje pero no por eso va a ser una etapa fácil por lo que, tras hablar un rato con tres chicas catalanas que venían haciendo en bici el camino portugués, nos despedimos de ellas y nos vamos a dormir.