Nos despedimos de Fuerteventura y sus ardillas morunas.
[lwptoc]
Nos despedimos de Fuerteventura y sus ardillas morunas.
Nos levantamos sin mucha prisa, hoy la etapa es corta y el barco a Gran Canaria sale a las 4 de la tarde por lo que nos podemos tomar la mañana con tranquilidad.
Lo primero que hacemos tras dejar el apartamento, es ir a desayunar a una soleada terraza de una panadería alemana donde nos ofrecen una variedad enorme de panes y pasteles con una pinta estupenda. Nos tomamos un par de cafés y unos bocadillos antes de ponernos en marcha.
Prácticamente toda la etapa de hoy la vamos a hacer junto a la orilla del mar. Pasamos Playa Esmeralda y la playa de Sotavento recorriendo una estrecha pista de arena.
En general el suelo es duro y se puede rodar, pero también encontramos tramos de arena donde nuestras ruedas se hunden y se nos hace difícil mantener la bici en movimiento poniendo a prueba todas nuestras habilidades ciclistas en la arena blanda.
Aprovechando que no tenemos nada de prisa, Helena saca el drone para hacer un par de vídeos y se nos ocurre dibujar el logo de la Gran Guanche sobre la arena, utilizando unas piedras que hay alrededor. El contraste del negro de la lava con el dorado de la arena queda genial visto desde el aire.
Seguimos hacia Jandia franqueadas por una imponente pared de lava negra a nuestra derecha. La vegetación sigue siendo muy escasa y 3 colores se reparten en el paisaje: el azul del cielo y el mar, el dorado de la arena y el negro de la lava presente por todas partes.
En Morro Jable, Helena aprovecha para darse un baño en la playa junto al faro. A mí me da algo de pereza meterme en el agua y prefiero quedarme haciendo unas fotos a mi compañera de dos ruedas.
En el puerto nos acercamos a las oficinas de las navieras a comprar los billetes del barco. Hemos llegado pronto y tenemos unas cuantas horas por delante antes de embarcar por lo que decidimos ir a comer una de las ricas especialidades culinarias de Canarias, las famosas «papas arrugás» con mojo picón. Todavía se me hace la boca agua cuando me acuerdo de ellas.
Junto al puerto está la playa de las Coloradas. Hay un gran cartel que advierte de que es un lugar peligroso por los posibles desprendimientos de rocas, pero parece que a la gente no le importa mucho y vemos valientes bañistas apostados bajo las paredes de piedra. Nosotras preferimos quedarnos en un lateral donde nuestra integridad física no corra peligro y dejamos transcurrir el tiempo que tenemos antes de embarcar tomando el sol y disfrutando de unas preciosas vistas.
Enseguida nos damos cuenta de que no estamos solas y es que un numeroso grupo de ardillas morunas rondan por alrededor. Incluso alguna de ellas, carente de vergüenza, se acerca hasta nosotras con la esperanza de conseguir algo de comida, cosa que no consigue. Más tarde leemos en Internet que esta especie procede de África y fue introducida en Fuerteventura en 1965 como animal de compañía por un vecino que trajo una pareja desde Sidi Ifni (Marruecos). Cuando se le escapó una de las ardillas, el dueño soltó al otro ejemplar y rápidamente la especie colonizó la casi totalidad de la isla.
El barco a Las Palmas sale con puntualidad, tenemos por delante casi 3 horas de trayecto hasta la isla vecina que aprovechamos para planificar la ruta del día siguiente. Se nos plantean varias opciones pero si realmente queremos avanzar, tenemos que optar por elegir una jornada de lo más exigente en número de kilómetros y de desnivel positivo. Con el perfil de la ciudad de Las Palmas en el horizonte, decidimos ir a por todas y lo que en un principio habíamos planificado para hacer en dos días, lo reducimos a uno. Por la noche, después de aprovechar la cercanía de una lavandería para hacer una ya más que necesaria colada, hicimos una buena carga de hidratos que adivinábamos nos iban a venir de lujo durante la dura subida al Pico de las Nieves que teníamos por delante en nuestra próxima jornada.