La calima cubre la isla.
[lwptoc]
La calima cubre la isla.
Madrugamos algo más de lo acostumbrado ya que tenemos un largo y duro día por delante. Queremos llegar a Tejeda después de subir hasta el mirador del Pico de las Nieves y la ruta, ya de por sí exigente por el desnivel, se va a ir complicado por el tipo de terreno que vamos a encontrar.
Lo primero es lo primero y antes de abandonar la ciudad de Las Palmas, hacemos una parada en la pastelería Crema y Chocolate donde nos tomamos unos cafés y unos bocadillos. Para finalizar el desayuno me pido un cruasán que, a pesar de no tener un aspecto demasiado apetitoso, resulta ser el mejor cruasán que he comido en mi vida, jugoso y sabroso como ninguno. ¡Me hubiese pedido 10 más para llevar!
Atravesamos la ciudad hasta tomar el Barranco de Guiniguada donde dejamos atrás las coloridas casas de Las Palmas y comenzamos a rodar entre plantaciones de plataneras y una frondosa vegetación. Nos sorprenden los repentinos cambios de temperatura que nos obligan a parar varias veces para ponernos o quitarnos ropa hasta que, por fin, pasado un rato, ya podemos finalmente quedarnos en manga corta.
Tras el barranco, unas carreteras no llevan hasta Telde donde tenemos pensado comprar algo de comida y agua para llevar en la ruta pues no sabemos si hay otro punto donde nos podamos avituallar más adelante.
En Telde cometemos el error de meternos en el Barranco Real pensando que desde él se podría acceder fácilmente al pueblo por varias vías, pero resulta no ser así. El barranco rodea el pueblo por un estrecho camino muy pedregoso y difícil de rodar que nos retrasa bastante. Miramos el reloj y vemos que el tiempo pasa rápido pero no así los kilómetros. Además, no encontramos ninguna salida y necesitamos comprar agua y comida antes de adentrarnos en las montañas. Como colofón, en algún momento nos hemos desviado de nuestro camino y tenemos que volver sobre nuestros pasos. Finalmente encontramos una salida por una cuesta muy empinada que nos lleva a una calle de las afueras del pueblo donde, para compensar un poco nuestras penurias, unos amables señores nos regalan unas riquísimas naranjas y nos indican dónde podemos comprar víveres.
Aunque nos hemos tenido que desviar bastante del track original, por fin conseguimos comprar unos bocadillos, fruta y agua para continuar hacia las montañas. Después de estar toda la mañana rodando por barrancos, ahora el paisaje se abre y tenemos unas preciosas vistas del valle con campos de cultivo y bonitos almendros en flor. No hay ni una nube en el cielo y la temperatura es perfecta para ir en bici.
Tras recorrer una empinada pista con muchas curvas de herradura, conseguimos con mucho esfuerzo y dolor de piernas cruzar al otro lado de la montaña, donde el paisaje vuelve a cambiar. De los campos cultivados y árboles frutales pasamos ahora a un frondoso manto de infinitas tonalidades de verde cubriendo las faldas de la montaña.
Incluso los colores de la tierra por donde rodamos van a ir cambiando desde el marrón claro hasta el más intenso rojo arcilla mientras alternamos pistas despejadas con tramos entre pinares.
Si en los barrancos se nos hacía complicado rodar por las piedras, aquí seguimos teniendo dificultades para avanzar por lo suelta que está la tierra que hace que los neumáticos no agarren bien y la bici se quede resbale continuamente. Sin duda alguna, en este viaje me he equivocado totalmente con la elección de las cubiertas y estoy echando mucho de menos, isla tras isla, unas gomas más anchas de las que he traído.
Pero no todo son penurias y las vistas que encontramos según vamos subiendo son espectaculares.
Cuanto mayor altitud ganamos, más cerca tenemos los roques, esas extrañas formaciones rocosas que nacieron de los diversos ciclos eruptivos que tuvo la isla. Cuando el magma es muy viscoso, puede llegar a taponar la vía de salida de la lava formándose estos impresionantes domos volcánicos.
Por fin llegamos a un tramo de carretera asfaltada que nos parece una bendición después de tanto esfuerzo. Estamos agotadas y la carretera se nos antoja una suave alfombra por la que las bicis, más que rodar, ahora se deslizan. Tanto es así que, cuando tenemos que volver a meternos por un sendero, decidimos desviarnos por la carretera hasta el mirador del Pico de las Nieves (1949 m) y hacer el resto de la ruta por asfalto.
Y es en este mirador donde descubrimos de dónde viene el logotipo de la Gran Guanche con la silueta del Roque Nublo delante de nosotras. Lástima que, con la calima que se ha ido instalando a lo largo del día sobre la isla, el Teide no se consiga ver hoy; hubiese sido muy bonito poder inmortalizar la forma completa del logo.
Aunque las vistas no son comparables a las que veríamos en un día claro, nosotras nos sentimos felices de haber llegado hasta aquí después de un día tan duro y trabajoso y disfrutamos igualmente del momento. Y es que no hay nada como reconocer los regalos que nos da la vida como se merecen.
Continuamos ya de bajada hasta “Finca la Isa”, un albergue con unas privilegiadas vistas y un ambiente de lo más hippy. El lugar era muy bonito y coincidimos con muchos viajeros, en su mayoría neerlandeses, con los que compartimos historias y experiencias. Una de las chicas salió hace meses de Holanda en su bicicleta con la intención de llegar hasta Grecia y, cuando lo hizo, decidió alargar el viaje hasta las Islas Canarias en busca del sol y calor. Y allí estaba, con su bici de 45 k recorriendo las siete islas.
Tras compartir junto a la chimenea una cena vegetariana con nuestros compañeros de albergue, nos fuimos a la habitación donde nos esperaban nuestras literas junto a las de otros seis viajeros más. Uno de ellos, Víctor, llegó ya de noche, completamente agotado después de que el número de kilómetros de ese día se le hubiese ido de las manos. Estaba comenzando el Camino de Santiago y no había hecho bien los cálculos para la jornada, por lo que estuvo caminando todo el día hasta bien entrada la noche.
Tanto agotamiento generalizado se trasformó rápidamente en una plácida noche de sueño profundo para todos, hasta la fría madrugada del día siguiente.
2 comentarios. Dejar nuevo
Menuda jornada de kms y desnivel, lástima la calima, hubieses flipado de los colores de la isla en esta época… una razón para volver… jiji
Un jornada muy exigente pero muy bonita. La calima nos privó de ver el paisaje en todo su esplendor pero, aun así, la ruta nos pareció espectacular. Hay que volver sí o sí.