Recorremos las Montañas Sagradas, vestigio de una cultura prehispánica.
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Recorremos las Montañas Sagradas, vestigio de una cultura prehispánica.
Cuando la noche anterior preguntamos por el desayuno, nos dijeron que se servía a las 8 h y por orden de llegada, por lo que Helena y yo no lo dudamos ni un momento y nos levantamos cuando todavía no había salido el sol, recogimos todas nuestras pertenencias a oscuras intentando molestar lo menos posible a nuestros compañeros de habitación y salimos a la fría mañana donde preparamos las bicis y el equipaje con la intención de ponernos en marcha en cuanto hubiésemos terminado de desayunar.
Aunque revisamos todas nuestras pertenencias varias veces, Helena no conseguía encontrar su chaqueta y, durante el tiempo que estuvimos esperando a que abriesen el comedor, pasó un buen rato congelándose mientras admirábamos las preciosas vistas que nos dejó el amanecer.
Finalmente encontramos la chaqueta en el comedor, se ve que la noche anterior se la dejó sobre la silla donde se sentó a cenar. El desayuno fue rico pero escaso para dos chicas que comen más de la media y decidimos parar algo más tarde en una cafetería de Tejeda que nos habían recomendado. Y con esa intención nos pusimos en marcha.
El camino desde el albergue hasta la carretera era un single track de bajada bastante técnico que nos espabiló los sentidos ya desde temprano. Hacerlo sin equipaje debía ser tremendamente divertido, de los que nos gustan, pero con el peso y las bolsas, la dificultad se complicaba bastante.
Eso sí, las vistas eran impactantes y paramos un momento a hacer unas fotos. Ahí fue donde Helena se dio cuenta de que se había olvidado el móvil en el comedor, cuando lo había puesto a cargar durante el desayuno, por lo que nos tocó empujar la bici camino arriba, de vuelta al albergue. Decidimos salir a la carretera porque se nos haría más fácil la subida. Llegué yo primero, entré y cogí el móvil y me fui carretera abajo al encuentro de Helena, pero pasaban los minutos y no la veía. Ella se había salido por un camino para atajar y mientras yo bajaba, ella subía por otro lado y así, nos cruzamos sin saberlo. Como yo tenía los dos móviles en mi poder, no teníamos forma de comunicarnos y aunque llamé en varias ocasiones al teléfono del albergue, no me lo cogieron. ¿Qué hacer en ese momento? Si volvía a subir a su encuentro corría el riesgo de que ella bajase por el otro camino y nos volviésemos a cruzar sin vernos por lo que decidí permanecer quieta en el cruce de la carretera por donde sí o sí, teníamos que pasar en nuestra ruta. Y por fin, tras una espera que se me hizo eterna, vi aparecer a Helena que traía cara de pocos amigos. Nos contamos por dónde había ido cada una y cómo nos habíamos cruzado y ya, tras aclarar el entuerto y aliviadas por volver a estar juntas, pude entregarle su móvil y seguir camino hacia Tejeda donde nos esperaba nuestro segundo desayuno.
La ruta de hoy iba a ser, junto con el segundo día en Lanzarote, la que más me iba a gustar de todo el viaje. Las vistas de Tejeda desde lo alto ya nos dieron una idea de lo que nos íbamos a encontrar a lo largo del día.
Tras el segundo desayuno, nos metimos por una pista que recorría el Parque rural del Nublo y que, como describía la guía de la Gran Guanche, discurría entre montañas sagradas con paisajes escénicos hecho de picos, acantilados y barrancos, vestigio de una cultura prehispánica con miles de cuevas y templos rituales. Como muestra de su belleza, este territorio fue nombrado, muy acertadamente bajo mi punto de vista, Patrimonio Mundial por la Unesco.
Siempre con los roques de fondo, fuimos avanzando pista tras pista sin poder resistirnos a para y hacer fotos en cada curva del camino.
En todo el camino solo nos cruzamos con un todoterreno que venía en sentido contrario al nuestro, por lo que pudimos disfrutar de la ruta prácticamente en el silencio de la naturaleza solo roto por el canto de los pájaros.
Finalmente salimos a la nacional GC-210 por donde rodamos unos kilómetros hasta la entrada del Parque Natural de Tamadaba donde comenzaron las sinuosas bajadas entre pinares. El paisaje cambió de nuevo por completo y, entre frondosos bosques, iniciamos el camino hacia la costa.
Dejamos a nuestra derecha la presa de Tirma o del Vaquero y continuamos la bajada hasta el sendero Arena Blanca, ya muy cerca de la costa donde pusimos rumbo a Agaete.
Desde la salida de Parque Natural hasta Agaete teníamos un largo tramo de carretera nacional con las últimas subidas del día que se nos llegaron a hacer bola, pero poco a poco llegamos al Puerto de las Nieves en Agaete. Desde la carretera habíamos visto cómo se iba el barco de las 4 de la tarde, nosotras llegamos al puerto 15 minutos más tarde, por lo que tuvimos que esperar un par de horas que aprovecharnos para comer algo en la animada zona de restaurantes y chiringuitos que había junto al puerto.
Terminábamos así la cuarta isla de nuestro recorrido. En el barco a Sta. Cruz de Tenerife coincidimos con Anders, un cicloviajero danés que venía haciendo nuestra misma ruta con una bici de gravel. Estuvimos charlando con él todo el rato y así se nos pasó rápido la travesía. Una vez en Sta. Cruz, nos fuimos al hotel desde donde encargamos unos pokes para cenar y tras darles buena cuenta, caímos rendidas en los brazos de Morfeo.
2 comentarios. Dejar nuevo
Que me alegra que te haya gustado mi isla, lástima que salí tarde del trabajo y llegué cuando el barco ya salía del puerto. Me hubiese encantado saludarte.
Sigo disfrutando del blog..
Una pena Juanky, hubiese estado bien tomarnos un café en el puerto. La próxima vez.