Rodando de noche.
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Rodando de noche.
No sé si fue por el calor, por el cansancio o por ambas cosas, pero el caso es que no había manera de pegar ojo. Después de un rato dando vueltas sobre la colchoneta, me levanté cuando no eran ni las 3 de la madrugada y recogí todas las cosas, dispuesta a aprovechar las horas más frescas para rodar la primera parte del camino. Me coloqué el frontal y allá que fui.
Aparte de que las temperaturas eran mucho más agradables que a otras horas, la carretera estaba completamente desierta y pude ir muy tranquila hasta el amanecer. La pierna me seguía molestando, y así estaría un par de días más, pero el dolor no era tan fuerte como lo había sido el día anterior.
Si el Adriático suele estar calmado durante el día, al amanecer es un perfecto plato. Ver cómo se iba aclarando el día desde mi bicicleta fue una bonita experiencia que mereció la pena.
Llegué a Rijeka ya sin necesidad de luces y descubrí la animada ciudad que me daba la bienvenida a la península de Istria. Aquí se encuentra el puerto más importante de Croacia que lo fue también de la antigua Yugoslavia desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1991. A partir de las afueras de Rijeka, me encontré un cambio radical en el estilo y arquitectura de sus casas con montones de señoriales palacetes presentes a lo largo de las avenidas que iba atravesando, según me dirigía hacia el sur. Había dejado atrás las turísticas poblaciones costeras para meterme de lleno en un elegante y majestuoso ambiente.
Cumpliendo mis expectativas, llegué a Moscenicka Draga antes de que empezase a apretar el calor. Me sentía muchísimo mejor que el día anterior, mi cuerpo agradecía la decisión de haber comenzado a rodar durante la noche. Mis ánimos sin duda mejoraban y volvía a sentir la emoción del viaje y la aventura. Además, ¡no había sufrido problemas técnicos en toda la jornada!
Pasear por la playa de Moscenicka Draga al atardecer fue una delicia. Esta localidad nació como pequeño puerto pesquero hasta que fue creciendo y convirtiéndose en lo que ahora es.
De vuelta en el camping (www.autocampdraga.com), preparando la ruta del día siguiente, vi que entraba un frente con lluvias y, lo mejor de todo, un descenso de las temperaturas. No pude tener mejores noticias. Esa noche ya se empezó a notar el aire más fresco, lo que me permitió dormir tan plácidamente como lo haría un bebé.