Alpes franceses: entre montañas, lagos y ríos.

La mañana del 10 de julio, me embarcaba en Alcudia, con mi bici y las alforjas bien llenas, en un barco de Corsica Ferries (www.corsica-ferries.es ), para hacer la travesía hasta Toloun. En el camarote, tumbada en la cama, pensaba que iba a ser la última vez que iba a estar tan cómoda por mucho tiempo. Si todo salía según lo previsto, a lo largo de las próximas semanas, iba a dormir sobre un colchón hinchable en mi tienda de campaña, mientras recorría buena parte de Francia a través de la Vía del Ródano, el Valle del Loira, parte del Camino de Santiago escandinavo y el Canal de los dos mares. Un precioso viaje de más de 2000 km por las famosas ciclovías francesas.

En un principio Francia no estaba en mi lista de destinos inminentes, pero la idea surgió tras desestimar volver a los Balcanes por el alto precio de los billetes de avión con que me encontré a mediados del mes de julio, ya metidos de lleno en plena temporada alta. Además, viajar en barco tiene una gran ventaja y es que no hay que desmontar ni montar bici y equipaje, ya sales de casa con todo en su sitio, dejas la bici en la bodega y, a la llegada, sales rodando a recorrer el nuevo destino.

Unos días antes de emprender el viaje me enteré de que se avecinaba una gran ola de calor que recorrería gran parte de Europa incluyendo Francia, por lo que decidí desviarme durante la primera semana a la zona de los Alpes y así esquivar las altas temperaturas. Una vez pasada la ola de calor, podría reincorporarme a la ruta original en Grenoble o Ginebra, dependiendo de dónde me encontrara en ese momento. Comprobaba de nuevo cómo los imprevistos requieren tener una mente abierta para saber adaptarse a cada situación.

El barco salió de Alcudia con algo de retraso y estimé la llegada a Toloun alrededor de las 9 de la noche. No tenía ningún sitio previsto para pasar la noche, lo único que quería era salir cuanto antes de la ciudad y alejarme lo más posible de ella, por lo que me tocó tener las luces preparadas para rodar en la oscuridad. Las grandes urbes me estresan bastante y esta era mi mayor preocupación en ese momento.

Finalmente, salir de la ciudad fue más fácil de lo que pensaba. Llegamos a Francia con todavía algo de luz y no tuve que encender el frontal hasta una hora después de comenzar a rodar y, puede ser por el hecho de que fuera domingo, pero la verdad es que no encontré apenas tráfico por lo que, antes de que me quisiera dar cuenta, ya estaba en las afueras de Toloun. Pasados unos 22 km llegué al Camping Tomasses (www.camping-var-tomasses.fr ). Como me temía por las horas que eran, la recepción ya estaba cerrada. Igualmente pasé y me acerqué al bar en donde encontré al gerente del camping que me atendió muy amablemente y así pude pasar la noche allí.

Mientras montaba el campamento con la ayuda de la luz del frontal, empecé a escuchar unos extraños ruidos que venían de detrás de los arbustos que había junto a mi tienda, pero no conseguía ver nada, por lo que seguí con mis cosas. Al rato, al escuchar los ruidos cada vez más cerca y fuertes, me acerqué y descubrí que esa noche iba a tener a una manada de jabalíes por vecinos.

A lo largo de toda la noche estuve escuchando como los animales iban y venían por los alrededores de mi tienda. Cuando me levanté por la mañana me di cuenta de que estaba durmiendo justo debajo de un árbol cuyas frutas, una vez maduras, caían al suelo y eso era lo que los jabalíes iban buscando. Aunque la manada era bastante grande, en ningún momento me sentí amenazada y, en cierto modo, me gustó vivir esa experiencia. Con la luz del día, ya no los volví a ver.