Día de crisis y paisajes.
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Día de crisis y paisajes.
Salimos de Cudillero en lo que me esperaba iba a ser un gran día pero que se nos torció algo ya de entrada. A pesar de lo bonito del camino, las primeras subidas que nos encontramos fueron exigentes lo que contribuyó al derrumbe psicológico de mi hermana que, al no estar en forma, el Camino del Norte estaba resultando un verdadero reto para su cuerpo y su cabeza.
Cuando llevábamos unos kilómetros, me dijo que ella cogería un tren en la primera estación por la que pasáramos y que me esperaría en Ribadeo pasados unos días donde retomaríamos juntas el Camino. Traté de convencerla de seguir adelante las dos juntas yendo si fuera necesario algo más despacio o haciendo las etapas más cortas ya que afortunadamente, ningún de las dos teníamos fecha fija de vuelta a casa y podíamos demorarnos sin ningún inconveniente. Pero ella esta cerrada en banda y no aceptaba ninguna otra alternativa a la de adelantarse en tren y descansar unos días. Este Camino se estaba haciendo duro.
Con la idea ya en la cabeza de separarnos unos días, continuamos ruta hasta un mirador con vistas a la Concha de Artedo, una preciosa playa de cantos rodados donde descansamos un rato antes de comenzar la subida de San Martín de Luiña. Si Marina hubiese albergado alguna duda sobre su plan de tomar el tren, en estos kilómetros se diluyeron por completo.
Pasado Soto de Luiña, podíamos tomar una variante de ida y vuelta hasta el precioso Cabo de Vidio con sus espectaculares vistas que no nos podíamos perder. Aunque esto suponía añadir 7 kilómetros al recorrido original, por lo que había estado leyendo era un sitio que no podíamos dejar de visitar por nada del mundo. Sin embargo, Marina me propuso quedarse esperando a un lado del camino hasta que yo volviera del Cabo. Su negatividad iba ganando la partida, pero conseguí convencerla de que viniera conmigo hasta el faro y que una vez allí, si seguía con la misma idea, nos sentaríamos a buscar los horarios y la estación de tren más cercana.
¡Y mereció la pena! Las vistas desde el cabo no tienen desperdicio y mires donde mires encuentras un sitio perfecto para disfrutar de la grandiosidad del paisaje y tomar unas fotos.
Los acantilados llegan aquí a tener una altura de más de 75 metros. Bajo el cabo, el mar ha ido erosionando las paredes hasta labrar la cueva de la Iglesiona a la que solo se puede acceder cuando la marea está baja que no era el caso ese día, por lo que no pudimos visitarla.
Desde Cabo Vidio hasta Cabo Busto, la costa recorre un paisaje protegido llamado Entrecabos. Más allá de Cabo Busto se adivina Estaca de Bares, punto geográfico donde el Cantábrico llega a su fin.
De vuelta al Camino, avanzamos muy poco a poco ya que nos desviamos en varias ocasiones en busca de alguna estación de FEVE, pero solo encontramos pequeños andenes sin ni siquiera un techo donde cobijarse y que no son buenos sitios para quedarse horas y horas esperando hasta la llegada del siguiente tren, por lo que continuamos juntas unas horas más hasta que para mi inmensa alegría, mi hermana me dice que ya se siente mejor y que me olvide de lo que me había planteado esta mañana. Y es que hay veces que la cabeza nos juega malas pasadas. De todo se aprende y para la próxima, ya sabemos que los momentos de bajón tarde o temprano terminan por acabarse por lo que es mejor continuar sin hacerles mucho caso.
Así llegamos a Novellana, un bonito pueblo “bike friendly” como podemos comprobar por la decoración de sus calles.
Cerca de Castañeras se encuentra la playa del Silencio con sus aguas tranquilas que, al estar bien resguardada por unos acantilados, impide que haya olas y por tanto, que se escuchen el sonido por estas producido, de ahí su nombre.
Tanto si miras para un lado como para el otro, el paisaje desde aquí es completamente asombroso. El Cabo Busto, que visitaremos mañana, ya se ve un poco más cerca.
A partir de este punto, nuestro camino va a ir por una pequeña carretera con curvas y más curvas que tratan de salvar el desnivel de la zona. Pasamos en varias ocasiones por debajo de las vías del tren entre frondosos bosques.
Antes de llegar a Cadavedo, donde vamos a pasar la noche, atravesamos pequeños pueblos como Santa Marina, Ballota o Ribón, donde nos encontramos con este cartel tuneado por algún ingenioso pequeño delincuente.
En Cadavedo, dejamos las bicis y nos damos un paseo hasta la playa. Siempre nos viene bien caminar después de estar todo el día sobre la bici y nuestro cuerpo lo agradece. Y, al ver lo que nos encontramos, nuestra vista también se siente muy agradecida.
Sentadas en la playa, nos tomamos un rato para relajarnos y pensar en todo lo ocurrido a lo largo de la etapa. Sin duda nos hemos ganado una buena cena por lo que hoy no se habla de ir al súper a comprar la cena. De ninguna manera. Hoy nos vamos a dar un buen homenaje gastronómico y al poco rato nos vemos delante de un par de cazuelas de garbanzos y lentejas guisada que nos van a subir directamente al cielo.
Esta noche nuestras bicis y nosotras dormimos felices bajo la lluvia en La Regalina (www.laregalina.com).