Etapa 3: Montmeyan – Lac de Sainte Croix

Después del largo día de ayer, me levanté sin prisa y disfruté de un tranquilo desayuno antes de ponerme a recoger y empaquetar las cosas. Para mí, el rato del café al comienzo del día es sagrado y suelo aprovecharlo para hacer un repaso a la planificación de la jornada que comienza. Sin duda, es uno de mis momentos favoritos del día.

Hoy sí que tenía claro que iba a recorrer pocos kilómetros, algo menos de 30, hasta llegar al Lac de Sainte Croix, donde tenía pensado pasar dos noches, por lo que empecé a rodar con mucha tranquilidad, disfrutando de cada metro del camino.

Atravesaba pequeñas carreteras sin apenas tráfico rodeadas de frondosos bosques. En una ocasión estuve rodando a lo largo de 3 kilómetros por una recta que se me hacía infinita, parecía que no iba a terminar nunca.

También tuve sorpresas como la de que me encontré en un desvío. El camino estaba cortado y tuve que dar la vuelta y buscar otra alternativa, pero esto son cosas que pasan en los viajes en bici y tampoco tienen mayor importancia. Y es que cuando vas sin prisas y sin un plan cerrado, encontrar un camino cortado se reduce a solo otra anécdota más.

El día se desarrolló entre suaves subidas y bonitos paisajes. Pronto comencé a toparme con las primeras plantaciones de lavanda que, en días sucesivos, se harían una constante en el camino.

Cuando me dejaba caer con la bici en una larga bajada, tras una curva, la silueta del lago apareció ante mis ojos. ¡Qué grande y qué bonito! Como siempre me pasa, la visión del agua me emociona y me da la vida.

Bajé hasta la orilla del lago a través de un estrecho camino. Según caminaba, iba encontrando varias sendas a un lado y a otro, que recorrí tratando de orientarme lo mejor posible, aunque, finalmente, tuve que ir y volver en varias ocasiones hasta encontrar el camino correcto.

Hay una amplia variedad de oferta de campings en los alrededores del lago y, tras visitar unos cuantos, me decanté por el Camping Aux Vallons (www. auxvallons.fr ). De nuevo, como la noche anterior, no tenían servicio de Wi-Fi y tampoco encontré ningún supermercado en los alrededores donde poder comprar comida para poder quedarme un par de días, por lo que mi idea inicial de pasar dos noches quedó rápidamente desestimada. Fue ahí donde me di cuenta de que el tema del Wi-Fi, a mi modo de ver algo básico hoy en día, no iba a ser tarea fácil en los campings franceses, lo que me sorprendió bastante después de haber recorrido otros países de Europa donde este servicio es común y está incluido en el precio de la estancia.

Cada noche, antes de acostarme, dedicaba unos minutos a consultar en mi teléfono la evolución de la ola de calor para ver cuándo iba a poder desviarme hacia mi ruta original, pero, de momento, la cosa no pintaba nada bien y tendría que seguir unos días más dirección norte, hacia las montañas que, por otra parte, tampoco era un mal plan.