Etapa 8: Escapâes – Aguada de Baixo

Nos levantamos entre una espesa niebla y, con la capa exterior de las tiendas completamente empapadas, recogemos y nos vamos a desayunar. Además de la niebla, hace mucho frío y necesitamos entrar en calor con un buen café. No tardamos mucho en encontrar una pequeña cafetería donde nos atienden muy amablemente. Cuando terminamos, vemos con alegría que el sol ha vuelto y la temperatura es más agradable.

Pronto nos damos cuenta de que la niebla va a estar todo el día yendo y viniendo y la temperatura no dejará de subir y bajar, lo que nos hace parar con frecuencia a quitarnos o ponernos ropa.

El paisaje vuelve a ser similar al del día anterior con muy pocos tramos fuera de núcleos urbanos. Entre esto y el frío que estamos pasando, ya empezamos a arrepentirnos de haber cambiado los planes en Oporto optando por desviarnos al interior en vez de seguir por la costa rumbo al sur, de acuerdo al plan original.

Congeladas llegamos a Albergaria donde nos tomamos una sopa de verduras que nos revive. Además de estar muy rica, tomar algo caliente nos sentó muy bien.
Seguimos camino y unos kilómetros antes de Águeda, pasamos por el puente medieval del río Marnel con sus cinco arcos, construido probablemente en el siglo XIII, que nos deja la estampa más bonita del día.

En Águeda, como en casi todos los pueblos y ciudades por donde pasamos, ya tienen puesta la decoración de Navidad. Aquí concretamente, presumen de tener el Papá Noel más grande del mundo y realmente es enorme y se ve desde lejos, podéis buscar las imágenes en Internet, pero nosotras, como buenas ciclistas, preferimos hacernos la foto en esta gigantesca bicicleta decorada con un vistoso espumillón de colores.

Unos kilómetros después de Águeda, llegamos a Aguada de Baixó donde nos acercamos hasta el camping que parece estar cerrado. Desde una ventana que hay sobre la oficina de recepción, se asoma un señor y por señas nos indica que pasemos a la zona de acampada, que la verja está abierta. El lugar está prácticamente abandonado y no hay ningún otro campistas, pero nos quedamos y montamos las tiendas. Los baños se ve que no han sido usados desde hace semanas y el mantenimiento brilla por su ausencia. Nos sorprendemos gratamente al ver que hay agua caliente y nos podemos duchar. Enseguida comentamos que, entre el extraño encargado y el aspecto del lugar, estamos en un camping de la película “Viernes 13”. Esperemos pasar la noche sin sangrientos sobresaltos.
Vamos a buscar una tienda para comprar algo de comer pero apenas encontramos más que algo de pan y queso. Con esto y los restos del almuerzo que llevábamos en la mochila, cenamos y nos metemos en los sacos antes de que el frío nos cale los huesos.